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ASTROLOGÍA: EL MANIFIESTO 4/4
por Patrice Guinard

-- traducción Angeles Rocamora --



CONTENIDO

 11. La Animosidad del Historiador
 12. La Sofística Sociológica
 13. La Impericia de los "Astrólogos"
 14. La Argumentación Técnica

 EL MANIFIESTO 1/4
 EL MANIFIESTO 2/4
 EL MANIFIESTO 3/4

 

11. La Animosidad del Historiador

"Puede que descubramos un día que la misma lógica
trabaja en el pensamiento mítico y en el pensamiento científico,
y que el hombre siempre ha pensado igual de bien".
(Claude Lévi-Strauss: Anthropologie structurale)

      La astrología, como su historia [1] , resurgió simultáneamente a finales del siglo XIX bajo la conjunción Plutón - Neptuno en Géminis. Los historiadores la presentan como una superstición absurda, una idolatría, una enfermedad del espíritu: el indigno pariente de la astronomía habría infectado durante dos milenios los diferentes campos de la cultura. No hay historiador académico que le sea favorable: sólo algunos aislados moderan su hostilidad.[2]  Con respecto al astrólogo, el historiador se concede la autoridad de llevar a cabo reprobaciones y reprimendas que incluso el etnólogo ha aprendido a rechazar en sus trabajos sobre las sociedades sin escritura. No terminaríamos de relatar las alegaciones dudosas proferidas por estos ideólogos de la memoria de las culturas, en quienes la ceguera es tanto más tarada cuanto que ellos son de lejos los más sagaces entre los detractores de la astrología. Encontramos también entre los más encarnizados, a ciertos ex-astrólogos desilusionados de su capacidad de aportar una contribución original al edificio astrológico[3] : "los que han intentado ser astrólogos pero que han fracasado", séptima de las diez categorías de enemigos de la astrología según Albumasar.[4]

      El desprecio de Bouché-Leclercq se acompaña de una arrogancia atrevida con respecto al saber de las civilizaciones pre-helenísticas en su conjunto, en una época en la que se subestimaba los avances considerables de la cultura babilónica en materia de álgebra, de astronomía o de medicina.[5]  Franz Cumont, editor de la famosa selección de textos astrológicos griegos, apunta en su prefacio en latín: "La vanidad de esta doctrina mentirosa, habiendo sido puesta al día, nadie osa ya a interesarse (después del siglo XVI) en supercherías de pseudo-profetas, y este arte por entero, así como los libros por los cuales era enseñado, cayeron en el olvido".[6]  Según Pierre Duhem, víctima del "pensamiento analógico" que denigra, la astrología sólo habría servido para preparar el terreno al descubrimiento de la atracción universal.[7]  Para Jean-Charles Houzeau, émulo de Auguste Comte y de su teoría evolucionista de los 3 estados sucesivos de la razón humana, la astrología habría sucedido a la astrolatría y precedido a la astronomía: "Todas las naciones nuevas ricas hasta la edad de los sistemas han sacrificado esta falsa ciencia. Era una segunda etapa general, como la astrolatría había sido una primera."[8]  Cuántos contrasentidos históricos y afirmaciones perentorias, como la del anuncio por Johannes Stoeffler (1452-1531) en su Almanach (Ulm 1499) de una inmensa inundación durante la conjunción de 1524, o como la tesis según la cual la ciencia habría demostrado la vanidad de la astrología.[9]

      Esta actitud positivista, que ya dejaron anticuada a finales del siglo XIX las filosofías de Dilthey, Nietzsche, Peirce y Bergson, se torna ridícula algunos decenios más tarde. Aún es mantenida por Robert Eisler, autor del clásico de la anti-astrología de los años cuarenta[10] , o por el historiador de las ciencias Georges Sarton quien describe la astrología como una "perversa síntesis" de irracional y de racional, cuyo "inverosímil diseño ha seducido la imbecilidad natural de los hombres".[11]  Otto Neugebauer quien, en 1951 en la revista Isis[12]  le reprocha juiciosamente su desconocimiento de la importancia histórica de la astrología para la comprensión de la evolución de las doctrinas astronómicas, incluyó por otro lado la astrología griega entre "las doctrinas más absurdas salidas de una superstición pseudo-racional, que han contribuido fuertemente a la "oscuridad" de las edades ulteriores."[13]  El historiador Ernst Zinner, director del observatorio de Bamberg, señala: "Ninguna idea, ningún discernimiento, ninguna comprensión de la astronomía moderna: tales fueron las características del astrólogo. El arte real de la astrología ha degenerado en buenaventura."[14]

      Sus disciplinas retoman estas alegaciones, que se convierten en una señal emitida con destino a las autoridades de la comunidad científica, un guiño indicando que aceptan el consenso y que toman el relevo. La hostilidad se reduce a veces a simples insinuaciones hacia un saber quimérico del que sin embargo emprenden el estudio histórico.[15]  Bajo este presupuesto: los hombres de las culturas neolíticas, el babilonio, el griego, el chino, el árabe y el hombre medieval habrían pensado lo real bajo diversos grados de superstición y de inmadurez intelectual que la razón moderna, emancipada de las ingenuidades, prejuicios e ideologías pasadas, habría erradicado.

      La reacción emocional inicial de rechazo de la mayoría de los historiadores de las ciencias, de las religiones y de las filosofías, no especializados en la historia de la astrología y que descubren con estupor su presencia incongruente en su campo de estudio[16] , se transforma en los especialistas en una política activa de desprecio, tan grande es el peligro de aparecer ideológicamente sospechoso a los ojos de la comunidad científica. En efecto, sus estudios podrían hacer un favor a los astrólogos, estos tardíos adeptos de la vieja superstición, y sobre todo, podrían devolver el color, a los ojos del gran público profano, a un "pseudo-saber" definitivamente desacreditado por esta comunidad.

      ¿Cómo podría alimentar estos prejuicios negativos un razonamiento sano y conseguir una interpretación que no esté sesgada? La fosa cavada durante dos siglos por un racionalismo y positivismo limitados, ha sido perjudicial para el conocimiento de la astrología[17] , pero también para la verdad histórica y para la comprensión de la historia cultural en su conjunto, no solamente antigua y medieval, sino también clásica, moderna y "post-moderna". Thorndike pone en guardia al historiador contra "los peligros de escribir una historia de las ciencias sin tener en cuenta la presencia constante de la astrología".[18]  Pasa lo mismo con el epistemólogo que de la historia sólo retiene las ideas corroboradas por la investigación actual. Con el espíritu sujeto a los conocimientos y al consenso de la comunidad científica, este ideólogo de la historia de las ciencias, señala lo que él llama "rupturas epistemológicas", concepto por el cual tiene la intención de relegar a la insignificancia y al pseudo-saber estratos enteros de las culturas del pasado, ésas que no corresponden al estado actual de la investigación dominante. Charles Webster apunta que no hay tanta diferencia entre el universo de Newton (de quien se han encontrado numerosas obras astrológicas anotadas en su biblioteca), y el de Paracelso: los dos han contribuido de forma similar al proceso de transformación y de creación culturales.[19]

      El proceso de desvalorización más ingenioso es el que consiste en denegar todo valor cognitivo a la astrología estableciendo su genealogía: los maestros en pensar de la historia de la astrología (Franz Cumont, Franz Boll, Wilhelm Gundel, Otto Neugebauer, David Pingree...) han conseguido recusar la idea del nacimiento autóctono de la astrología en el seno de las más diversas culturas, demostrar su origen único, akkadiano, y seguir su propagación en el Egipto alejandrino, con los Persas y los Sirios, en Grecia y en Roma, en India, después en los Arabes y en la Europa medieval. Incluso si este esquema difusionista abandona algunas partes de la astrología china e india (en particular la cuestión de las 28 "casas" lunares), se juzgó como satisfactorio para autorizar una interpretación minimalista y reducir la astrología a la "astrolatría", es decir, a la supuesta mentalidad que habría presidido en sus orígenes el culto de los astros.

      Ahora bien, la astronomía, ella misma, ha seguido la misma filiación: pero sin duda ¡ésta ha sido más apta para escapar de sus raíces que la astrología! Por otro lado, no se ha explicado por qué la astrología ha tenido el privilegio de ser tan universalmente acogida en el seno de las culturas más lejanas, lo cual es inconcebible para una creencia, una superstición o una simple práctica adivinatoria, y que ocurre lo mismo con una religión, una filosofía o una ideología. Existen otros numerosos procedimientos de depreciación habitualmente utilizados, conjunta o separadamente, por el historiador hostil a la astrología:


     Es la paradoja propia de los historiadores de la astrología de ignorar sus recientes avances. ¿Cómo evaluar las teorías y los modelos del pasado sin el enfoque de su formulación moderna y sin el conocimiento del estado actual de las investigaciones? Mientras que el historiador continúe creyendo que algunos manuales de divulgación son suficientes para darse cuenta de la realidad astrológica contemporánea, en detrimento de sus interrogantes y de sus investigaciones, no podrá ser una cuestión de estudio clara. Por otro lado, ya no es de una historia lo que la astrología necesita (bien sea abordada desde un punto de vista sociológico como con Cumont, astronómico como con Neugebauer y Pingree, o político como con Cramer...), sino de una epistemología, es decir, una reflexión crítica sobre el nacimiento, la transformación y el devenir de sus modelos, lo que supone una juiciosa comprensión de sus estructuras operativas. El estudio de la astrología necesita un espacio propio, que no falsee su perspectiva, que no altere su punto de vista, que no niegue su existencia.

      Bouché-Leclercq [26]  tiene la debilidad de creer que sus análisis eliminan textos sin interés a los que ha consagrado, con disgusto, años de penosa labor. Pero no es leyendo que se comprende la astrología Griega: es estudiando las traducciones y los comentarios que los astrólogos comienzan a publicar en este segundo período del rebrote de la astrología, que ha comenzado bajo la conjunción Neptuno - Urano de 1993.[27]  E incluso si la historia de la astrología de la segunda mitad de este siglo ha superado el estado positivista del rechazo obtuso de su objeto de estudio, se inscribe invariablemente en una actitud de recuperación analítica que desconoce o desprecia los aportes originales de los pensadores de la astrología, aportes que son formulados bajo una forma a menudo extraña a los criterios de la racionalidad moderna, y precisamente porque son formulados bajo esta forma.

      A pesar de la indiferencia cualitativa entre la literatura astrológica y la literatura académica epi-astrológica, sobre todo se aprende la astrología leyendo la primera, ya que ésta ilustra la razón matricial en ejercicio, y, a pesar de sus torpezas e insuficiencias, ésta expresa verdaderamente algo. La astrología no es ese montón de supersticiones obsoletas descrito por el historiador profesional, sino un saber que funciona fuera de los límites de la razón discursiva y del pensamiento dualista, más allá de la simple interpretación de lo visible a partir de señales mentales, y que nace de una llamada a una razón más amplia, de una apertura del espíritu a todo el potencial psíquico. La animosidad del historiador, su desprecio fijo y su incomprensión de la astrología viva, no deben sorprender: el lugar que este pensador retribuido ocupa o reivindica no le deja otra alternativa que apear en el extranjero al país desfigurado de los astrólogos.
 
 

12. La Sofística Sociológica

"Toda nuestra sociología no conoce otro instinto
que el del rebaño, es decir, el de ceros añadidos."
(Nietzsche: Fragments Postumes 1888-1889)
 

      El sociólogo, contrariamente al historiador, no conoce la astrología y no quiere conocer nada de ella: no tiene más interés para él que como síndrome cultural y resurgimiento, en el entorno del pensamiento moderno, de una mentalidad arcaica, irracional, popular. También, éste se limita a examinar la actividad del astrólogo: ese bárbaro extraviado en la tecnópolis moderna no sería un investigador o un hombre de conocimiento, sino un charlatán, un explotador de la credulidad pública o un instigador del retorno de la superstición popular. Edgar Morin: "En el momento en el que el hombre dio sus primeros pasos en la luna, se ha expandido sobre la Tierra, de alguna manera, el culto a Madame Sol".[28]

      El filósofo alemán Theodor Adorno, expone en 1951 su Tesis contra el ocultismo que desarrolla en 1957 a través de un análisis de la firma horoscópica[29]  del divulgador americano Carroll Righter, discípulo de Evangeline Adams. [30]  Los "horóscopos" de los periódicos de gran difusión se convierten en un objeto de reflexión sociológica.[31]  Se apoyan en el sentido común, refuerzan los valores aceptados y están "en armonía con la industria cultural en su conjunto".[32]  Dicho de otro modo, éstos no vehiculan ningún conocimiento particular sino que reflejan las opiniones comunes y los prejuicios compartidos por el lector, los astrólogos y los responsables de la producción general de masas.

      El toca-todo [*] Roland Barthes formula la misma crítica respecto a la firma astrológica de una revista femenina: la astrología "no es una vía de evasión, sino una evidencia realista de las condiciones de vida de la trabajadora, de la vendedora."[33]  La observación es acertada en tanto que no se extiende a una crítica general de la astrología de los que los chupatintas [**] de las firmas horoscópicas serían los representantes. No se evalúa el fundamento del psicoanálisis a partir de los cotilleos radiofónicos de tal o cual animador de moda, o la precisión de una teoría económica por las opiniones del vendedor de calcetines de la esquina. Es lógico que los actores mediáticos emitan opiniones mediáticas: a este respecto, lo hacen tanto con la astrología como con cualquier otra disciplina.

      Pero el sociólogo, identificando al astrólogo con su bufón, corrobora los lamentables guiones del mercantilismo mediático. No estudia la astrología, sino su parodia que es "la astrología de masas", ni incluso al astrólogo, sino a este histrión que los medios de comunicación fomentan y que el discurso sociológico recupera. Parece que ignora que para realizar una horóscopo de revista, no es precisamente necesario ser astrólogo: se puede ser comediante, cantante, comerciante, usurero...

      La argumentación anti-astrológica de los sociólogos no es ni seria, ni trabajada. Sabemos con qué precipitación Edgar Morin ha lanzado su equipo de franco tiradores a la persecución de sus presas. El sociólogo, que se mueve en los confines de la industria científica, tiene ya mucho por hacer para defender el carácter "ortodoxo" de su actividad. Lo que se le pide es un ejercicio literario y moralizador sobre la condición de todas las categorías de excluidos, en pro de su culturización y de su subordinación a las exigencias y a los ideales de la modernidad. Tiene por función el rendir cuentas de la función paradójica de estos marginados e ilustrar a través de sus análisis las diversas manifestaciones de la crisis de la conciencia contemporánea.

      Recientes estudios sociológicos [34]  muestran que la "creencia" en la astrología, siempre presupuesta en este campo (mientras que para la ciencia es una cuestión de conocimiento), es inversamente proporcional al nivel de comprensión científica de las personas interrogadas, es decir, nada más que la siguiente constatación trivial: cuanto más educado está el espíritu y condicionado por la mentalidad científica, menos receptivo es a lo que le es ajeno. ¿Qué esperamos encontrar tomando el pulso de la opinión, si no el resultado de la acción de la razón que domina en el espíritu? A menos que el trabajo del sociólogo consista precisamente en verificar el buen funcionamiento de los medios de presión ideológica...

      El discurso sociológico puede revestir las formas más sesgadas y más solapadas de la anti-astrología. Tiene por función el reproducir la opinión y los prejuicios de la comunidad científica, aunque sea él mismo el más desprovisto de los caracteres positivos de los que ésta se gratifica.[35]  El sociólogo, retoño del aparato científico, es retribuido para reflejar en su discurso la trasparencia de la ideología cientifista, sin que se le pida cuestionar los supuestos de su propia gestión. No existe, en mi conocimiento, ningún estudio sociológico sobre la casta de los sociólogos. La anti-astrología sociologista consiste primero en postular que la astrología debe ser un objeto de estudio para la sociología, y no la ciencia[36] , la astronomía o la sociología misma.

      En su enfoque, Adorno se las ingenia para interpretar el resurgimiento de la astrología según las complicaciones que resultan de la organización del trabajo en general y de la de la ciencia en particular. La astrología no sería más que un tapa-agujeros sin valor intrínseco que tendría como función, más o menos ilusoria, la de llenar el hueco que separa los campos cognitivos (sobre todo astronomía y psicología) sin una relación manifiesta: "La opacidad de la astrología no es otra cosa que la opacidad predominante entre diversos campos científicos que no podrían ser reunidos de forma significativa."[37]  Del mismo modo, el astrólogo sería el que viviría de esta ruptura y de la insatisfacción popular creada por la división social del trabajo en su conjunto: "La locura astrológica puede ser interpretada principalmente como la explotación comercial (de esta ruptura y) de este humor, la una y el otro presuponiendo y corroborando tendencias retrógradas."[38]

      La astrología tendría como función disimular las causas de los desequilibrios sociales y adormecer al astrólogo y a su lector en una beata aceptación de lo dado. Ahora bien, aunque esta observación se aplica efectivamente a la pseudo-astrología mediática, el conjunto del discurso tiende a acreditar una imagen caricaturizada de la astrología y de los astrólogos y, paradójicamente, a legitimar los subproductos que "el análisis crítico" de presupuestos freudo-marxistas, busca instigar.

      El sociólogo Daniel Gros, discípulo de Pierre Bourdieu, levanta acta de las confidencias de verdaderos astrólogos, engañados para esta ocasión, y sostiene la tesis según la cual el astrólogo pertenecería a la categoría de los "inadaptados sociales".[39]  Éste "enfoca la profesión de astrólogo por medio de la hipótesis de una conducta de fracaso".[40]  Conclusiones arriesgadas son obtenidas de algunos casos estudiados que pertenecen a la misma categoría, cuyos propósitos han sido filtrados cuidadosamente para no hacer aparecer nada más que la materia que corrobore los presupuestos de una interpretación con tufo paternalista: "El astrólogo se mueve por una voluntad de saber que no ha podido satisfacer en la mayor parte de las ocasioness, por razones ligadas a sus orígenes sociales."[41]  De aquí la conclusión que de hecho es la hipótesis inicial: "La astrología no está considerada aquí como un fin, sino como un medio simbólico de superar una incapacidad de componer racionalmente una visión global del mundo."[42]

      El inadaptado social, ¡es el que no tiene la suerte de acceder a las funciones retribuidas de las redes estatales! ¡Su insatisfacción proviene de que no sabe apreciar el valor del saber institucional y está obligado a contentarse con este sustituto que sería la astrología! La visión racional y global del mundo, ¡es sin duda aquella propuesta por la ideología cientifista y su universo mecanizado!

      La política anti-astrológica es clara: en un primer momento se marginaliza al astrólogo separándolo de las estructuras de la enseñanza y de la investigación; en un segundo momento se denuncia su marginalidad, a la que se le dan explicaciones fantasiosas -ya que sería necesario que saliera de la astrología para que se fuera a la universidad-; en un tercer momento se favorece la proliferación de parásitos que se disfrazan de astrólogos para el público y los medios de comunicación, lo que justifica a los ojos de la intelligentsia el mantenimiento del conjunto del proceso. Así: la ideología amordaza al astrólogo; el comercio da la palabra a su mono.

      El enfoque caricaturesco y arrogante del sociólogo encuentra un eco en el negocio editorial: a los lectores de los tratados de astrología se les supone ser de un nivel intelectual mediocre y de un espíritu crítico casi inexistente. El texto astrológico está catalogado junto con los deportes, los juegos, los divertimentos. Su lector es identificado por el editor de divulgación y por sus autores mediocres de producción abundante y barata, con un consumidor en espera de un placer complaciente y de algunas recetas. Y, por desgracia, muy a menudo éste se convierte, efectivamente, en lo que las estructuras de difusión le empujan a ser. Por el contrario, no se teme que el lectorado medio de las revistas de divulgación científica abandone la partida, porque éstas cuentan con el auspicio de la institución científica: por tanto, no se requiere el captar verdaderamente las explicaciones de las teorías expresadas, sino el aceptarlas como discurso que goza de la marca autorizada.

      El desarrollo de la astrología científica y su institucionalización, a menudo han estado acompañadas de medidas represivas contra la proliferación de charlatanes. Trasilio, el consejero del emperador Tiberio, pudo ser el astrólogo político más importante de la historia. Él habría influenciado la legislación restrictiva de las prácticas adivinatorias e impuesto criterios de calidad a la profesión de astrólogo.[43]  Un siglo más tarde, el emperador Adriano parece haber sido guiado por las mismas preocupaciones: "Profesores de astronomía, sin duda muchos de ellos enseñando también las teorías astrológicas, pueden haber recibido cátedras en la universidad del estado romano, el Ateneo, después de su fundación (134 d. de C.). Esto parece probable por el hecho de que el fundador de la primera universidad latina, el emperador Adriano, no era solamente él mismo un sólido adepto de la astrología, sino también un practicante veterano."[44]  También queda constancia que un siglo después de la fundación de la universidad de Roma, el joven emperador Alejandro Severo fomentó allí el desarrollo de la astrología, sin duda para restringir la actividad de los charlatanes.[45]

      Un milenio más tarde Alfonso X el Sabio (1221-1284), rey de Castilla y León, este protector del saber y de la astrología, instigador de traducciones de tratados árabes en español y después en latín, de la composición de una suma astronómica, el Libros del saber de astronomía, de un tratado astrológico, el Libro de las Cruzes (1259), y de las famosas Tablas alfonsinas (~1252), y fundador de una cátedra de astrología en la universidad de Salamanca, realiza a su vez edictos con medidas judiciarias contra los charlatanes: "La adivinación del futuro por los astros está autorizada para las personas correctamente formadas en astronomía, dejando aparte otras clases de adivinación que están prohibidas."[46]

      La astrología se convierte en una sub-literatura a medida que le son sustraídos los medios de desarrollarse como saber autónomo y que es fomentada la multiplicación de las falsedades. Arrastrada al gueto de escuelas y de asociaciones efímeras, no ha accedido a los instrumentos y los centros de investigación y de enseñanza. Su ausencia de reconocimiento universitario y la precariedad del estatus socio-profesional de practicante, ocasionan un espacio de libertad aparentemente más extendido que para otras disciplinas, una mezcla de expresión libre (y de audiencia confidencial) con, como consecuencia, su apertura a toda clase de estafadores, parásitos, iluminados e incapaces. [47]

      La concepción decididamente pluralista de la astrología se singulariza de cara a la intercambiabilidad de los discursos dominantes y a su floja implosión. Porque ella es irreconciliable con ellos, es susceptible de contenerlos e incluso de justificarlos formalmente, matricialmente. Ahora bien, es precisamente la imagen inversa a esta concepción la que se fomenta por los medios de comunicación y la sociología. Es por ello que la insanidad pseudo-astrológica sigue el juego de los cínicos que se agarran a esto: La astrología sólo es tolerada bajo forma de placebo, proporcionalmente a una desfiguración de su naturaleza fundamental. Y los análisis sociológicos, con su aparataje de encuestas, de cuestionarios y de sondeos, acentuando la confusión entre los verdaderos astrólogos y las falsedades (incluso los astrólogos mismos desbordados por el floreciente comercio de servicios telemáticos), no son más que la redundancia en eco del disfraz qu los medios de comunicación e ponen a la astrología.
 
 

13. La Impericia de los "Astrólogos"

"Los que, en el momento actual, se identifican con la astrología en la plaza pública,
son los menos cualificados para hablar en su nombre."
(Dennis Elwell: Cosmic loom)
 

      El practicante se llama astrólogo y el embrollo mediático corrobora su pretensión. Los hombres del Renacimiento tenían más modestia, sin duda porque estaban mucho más en relación con grandes cosas, con hombres, con pasiones. El amateur era astrófilo, el practicante: astrólogo-consultor. La dimensión antropológica y cultural de la astrología no se reducía a la simple interpretación de temas natales. ¿Cómo habrían podido limitarse a esto estos hombres educados en la lectura de Plutarco?

      En cambio, los Antiguos no mantenían este entusiasmo moderno malsano, sensacionalista, contrario a la naturaleza de la astrología. El mundo de Castaneda es "extraordinario", y también el de Étienne Guillé. La astrología, ella, es perfectamente ordinaria. Los astrólogos más profundos se sienten apenados, y no exaltados, por su saber: Omar Khayyâm se siente afligido por el dominio de los astros sobre los hombres. [48]

    Hoy, dejando aparte el activismo mercantil de los charlatanes y la pseudo-astrología de los horóscopos de los periódicos y de los servicios telemáticos, la actividad astrológica cubre al menos tres realidades: la investigación del astrólogo[49] , cuya gestión es reflexiva, es decir teórica y práctica, y que es susceptible de proponer una verdadera concepción de conjunto de la realidad (y no de simples venas líricas de pretensión poético-metafísica), la astrología aplicada y contractual del practicante o del astrólogo-consultor (intercambio de servicios astrológicos, cursos, consultas o terapias, con una remuneración), la astrología confidencial del astrófilo, amateur o simpatizante.

     La consulta no es más que una aplicación del saber astrológico entre muchos otros. El astrólogo-consultor mantiene la misma relación con la investigación astrológica que el médico o el ingeniero con la investigación comercial: una relación de ejecución y, lo más frecuente, de explotación comercial. Cierto es que es necesaria una familiaridad con la práctica de los temas natales[50] , pero esto no es más que una condición mínima y que sólo concierne a una de las formas posibles del saber astrológico, la de la astrología horoscópica. Lo esencial no es elaborar cartas natales, sino vivir la astrología, es decir, adquirir una verdadera visión astrológica de la realidad. No se trata de conjeturar simplemente la tendencia saturnina o venusina de un individuo, sino de transfigurar el conjunto de sus representaciones mentales, de utilizar globalmente los operadores astrológicos, y no aisladamente y arbitrariamente, seguir razonando de manera dualista. Se trata de adquirir una comprensión matricial de lo real, de la política o del teatro, de la gastronomía o de la filatelia, a semejanza del especialista en semiótica Peirce, quien interpretaba todo dato del espíritu como signo.

      El practicante, a menudo pragmático y laxista, guiado por la curiosidad y la avidez de nuevas recetas, prueba las "técnicas" más disparatadas, sacrificando la coherencia del conjunto. Busca satisfacer la demanda de una clientela preocupada por que le reconforten o de un lector ávido de espectáculo. El "esto funciona" (el But it works inglés) de la gestión empírica autoriza cualquier aberración. Además esto funciona siempre, por deferencia a la poca exigencia reclamada en la adecuación de la interpretación de la realidad aprehendida. Además, los factores astrológicos se eligen arbitrariamente. No queda ninguna hipótesis sobre el posible funcionamiento de la incidencia astral, incluso ni sobre una lógica interna que justificaría, astrológicamente, la utilización de estos factores. El astrólogo-consultor examina algunas cartas natales: habla de sus "investigaciones". Ha leído algunos manuales y realizado algunas consultas: habla de su "experiencia". No hace más que utilizar las herramientas con vistas a una aplicación particular de la astrología, a saber, la interpretación psicológica de los temas natales. Algunos imaginan nuevas técnicas (muy a menudo simples acondicionamientos de otras más antiguas), persiguiendo la misma finalidad. Un empirismo imaginario es la única garantía de su eficaz suposición. Todo esto no tiene gran cosa que ver con la astrología. Es una satisfacción personal, una aplicación subjetiva de un saber que se sitúa más allá, un pequeño asunto privado: ¿cómo podría esto interesar a los universitarios? Ya que la astrología concierne esencialmente a lo general y sólo indirectamente a lo particular: es una manera de pensar, un modo de funcionamiento del pensamiento, una lógica de la percepción.

      El practicante no busca aprender: cree saber. Cree que su convicción de la existencia de una realidad a la que los espíritus escépticos se quedan impermeables, le dispensa del esfuerzo de la investigación. No estima necesario conocer a sus predecesores. No tiene un verdadero modelo de la astrología, sino vagas presuposiciones espiritualistas que le parecen estar de acuerdo con su práctica laxista. Olvida que el conjunto de su saber es el resultado de un conglomerado de técnicas heterogéneas y dispares, históricamente fechadas, que perduran hoy en el seno de tal o cual esfera de la práctica, gracias al éxito mediático de un autor o a la traducción contingente de un tratado antiguo, y no porque habrían sido efectuados estudios comparativos o porque habría sido llevada a cabo una reflexión sobre la lógica del conjunto.

      No existe la astrología tradicional sino solamente modelos fechados, muy diferentes unos de otros, salidos de culturas, de escuelas de pensamiento, o de astrólogos aislados. Un conglomerado de estas doctrinas ha sido vinculado a una supuesta tradición en el espíritu de ciertos astrólogos, a menudo ignorados de la realidad histórica. Si el sistema ptolomeico ha dejado una marca preponderante en la cultura astrológica europea, medieval y después moderna, merecería sin embargo mucho menos que otros la etiqueta de "tradicional" debido al lugar particular que ocupa en el seno de la astrología helenística. Si la astrología se agita aún con impotencia en el gueto en el que ha sido precipitada en el siglo de Las Luces es, en parte, a causa de los que le quitan la etiqueta de calidad. El astrólogo debe comprometerse en el terreno de la historia y de la epistemología: aquí es donde encontrará sus adversarios más temibles y los más dignos de estima. El primer gran adversario moderno de la astrología no es Pico, como se cree comúnmente, sino Salmasius (1648).

      El "verdadero astrólogo" sabe diferenciar las impresiones porque ha adquirido la convicción de una incidencia astral a través de las dos experiencias originales que son la variabilidad, cuantitativa y cualitativa, de la energía psíquico-astral (experiencia de los tránsitos) y la diferenciación inter-individual. Esto no significa que él sea un empirista: su conocimiento evoluciona desde el marco de una reflexión teórica sobre los modelos interpretativos que traducen su experiencia. Se queda atento al hecho de que la menor técnica utilizada presupone un modelo de funcionamiento de la incidencia astral. Además, la experiencia astrológica no es comparable a la que existe en otros campos del saber porque no trata jamás de hechos fijos, sino de "cuasi-hechos", ni de acontecimientos, sino de advenimientos a la consciencia. En este sentido es difícilmente comunicable.

      El psico-astrólogo, incluso el de talento (lo que es raro), no es más que u n practicante, ya que el astrólogo debe reunir al menos tres de los cuatro componentes de su disciplina: metafísica, astronomía, historia y psicología. Aquel que no sea competente en filosofía, presenta unos puntos de vista un poco estrechos sobre su tema y su discurso no se aparta de las ideologías del momento; el pobre técnico tiene tendencia a quedar prisionero de modelos anticuados; el que ignore a sus predecesores cree en la novedad absoluta de su discurso y le falta la distancia necesaria para apreciar el valor real; una deficiencia en el nivel psicológico puede llevar a engañarse sobre el sentido y las significaciones de los símbolos astrológicos.

      La astrología común, de naturaleza psico-simbolista, se ha convertido en un simple ejercicio de reconocimiento que está al alcance de cualquiera. Una concepción inocente del símbolo autoriza a hacer no importa qué interpretación y sirve para "psicologizar" no importa qué realidad. En el análisis a menudo sólo aparecen relaciones muy flojas entre las configuraciones del tema natal y las interpretaciones propuestas. Hechos conocidos y situaciones psicológicas triviales concernientes a las personas analizadas, se les supone tener una correlación con estas configuraciones. Cuando se trata de un hombre público o de un personaje de la historia la interpretación no aporta una nueva luz, sino que a menudo reproduce las interpretaciones superficiales y comunes que le conciernen. Todo este balbuceo psico-astrológico no supera nunca el nivel del sentido común y de la más grande y mediocre trivialidad, sin duda porque el estatus social del practicante le obliga primero a convencer y a justificar el fundamento de su sistema de interpretación, adaptándolo a la mentalidad y a las representaciones del ambiente. Resulta de ello que su discurso se sitúa muy atrás en relación con los avances de la investigación especializada. A partir de esto, ¿qué crédito se puede atribuir a una práctica que es incapaz de aclarar su objeto por medio de una exégesis inédita y de acceder a una verdadera comprensión original?

      El practicante corrobora el hecho cumplido, el consenso socio-cultural, y el status quo ideológico, como si la práctica astrológica estuviera en disposición de justificar, por no sé qué quintil o punto medio, hasta la última bobada de la producción mediática, y como si estuviera en condiciones de comprenderla astrológicamente. Por otro lado, utiliza preferentemente obras de divulgación o de segunda mano que perjudican la seriedad potencial de su discurso. Si la astrología quiere acceder a una respetabilidad intelectual, debe ascender al nivel de las exégesis y de los trabajos de investigación avanzados, y estar en disposición, si llega el caso, de refutar ciertos discursos que propongan interpretaciones argumentadas. Mientras que los astrólogos sean incapaces de mostrar a los intelectuales y a los filósofos, y es una pena el don-quijotismo de este tipo de enfoque, en qué su saber permite acceder a una comprensión singular del hecho humano, no se les "creerá" mientras que no se tenga respeto por su disciplina.

      Por tanto, es inútil imitar los modos de organización de los saberes institucionalizados y de reivindicar un reconocimiento de prácticas dudosas por las autoridades socio-culturales por medio de asambleas, coloquios, asociaciones, federaciones y de "códigos de deontología" que favorecen, por otro lado, la proliferación de pequeños juegos de poder. Inútil también, y vano, acomodarse formas adquiridas del cientifismo moderno (más de ciencias físicas que de las ciencias llamadas "humanas"), sin participar positivamente en su transformación. La naturaleza y las apuestas de la astrología le parecen al practicante perfectamente compatibles con el paradigma cultural actual.[51]  Y esto, en primer lugar, está completamente al margen de la astrología. Se adapta parcialmente a la mentalidad utilitarista del momento, y ejerce, por otra parte, una función terapéutica marginal efectivamente reconocida por los análisis sociológicos. De ahí que la ironía de la literatura epi- y anti-astrológica constate justificadamente que, no solamente el discurso astrológico ordinario no escapa al pensamiento común, sino que además se relaciona con él en el nivel más bajo. Con este tipo de adeptos ¿tiene la astrología necesidad de adversarios?
 
 

14. La Argumentación Técnica

"Vera Astrologia docet nos legere in libro Dei."
(Pico della Mirandola: Conclusiones, 1486)
 

      Una sana crítica de los problemas relativos a la astrología no pertenece a los ideólogos que le son hostiles como ella misma no pertenece a los peleles, charlatanes y bufones que la reclaman. Así, las innumerables objeciones relativas a sus técnicas y a sus métodos de interpretación, inevitables con respecto a su longevidad, a su diversidad inter-cultural y a la multiplicación de sus doctrinas en el seno de una misma cultura, vivifican las controversias reiteradas que dividen a los astrólogos. Ciertas de ellas participan positivamente en la transformación y en la renovación de los operadores, de las estructuras, y por consecuencia de los modelos astrológicos. La argumentación no tiene que ver con la ideología, es decir, con el rechazo de considerar la realidad astral como el saber astrológico en el nombre de normas y de criterios exteriores. Estas críticas conciernen esencialmente a la elaboración del tema natal, la variabilidad de las estructuras astrológicas y la plasticidad semántica de los operadores simbólicos.

      Paradójicamente, si fuera necesario ilustrar las dificultades de la astrología, el astrólogo competente tendría a su disposición una multitud de detalles que podría envidiarle el más empedernido de sus detractores. Comenzando por la carta natal: una evidencia para el debutante que lo ignora todo de la operación compleja de representación sobre un plano (generalmente el de la eclíptica) del estado de una parte del cielo a la hora y en el lugar del nacimiento de un sujeto, es decir, de un momento particular de la esfera celeste geocéntrica, y de las complejas relaciones, espaciales y temporales, que unen sus elementos. Las dificultades y las consecuencias de esta proyección del espacio tridimensional sobre un simple diagrama generalmente son ignoradas por el adversario de la astrología.[52]

      La proyección de los planetas sobre la eclíptica es cuestionable: ningún planeta (salvo el Sol) está nunca verdaderamente sobre la eclíptica, salvo en los puntos de intersección de su plano de revolución con la eclíptica (en los nodos). De ello resultan, en particular para Plutón, diferencias importantes entre su posición real y la proyección sobre la eclíptica durante más de la mitad de su ciclo, y sobre todo, cuando atraviesa Piscis, Aries y Tauro, después Virgo, Libra y Escorpio. El problema llega a ser preocupante en la domificación y el posicionamiento de los Ángulos. El respeto de la realidad astronómica inclina a elaborar un zodíaco de las declinaciones ecuatoriales, propio a cada planeta, o incluso a tener en cuenta las latitudes eclípticas.

      Los anti-astrólogos sostienen con predilección la primacía de la carta de concepción sobre la carta del nacimiento, a pesar de, o mejor, en razón de la extrema dificultad de conocer el momento exacto de la fecundación. Ahora bien, el sistema nervioso y los mecanismos de recepción y de integración de los ritmos planetarios no se forman en la concepción, y no es hasta el nacimiento cuando se activan las nuevas funciones, sobre todo la respiración pulmonar que libera al niño de la matriz materna: "Ya que el niño en el vientre de su madre no vive por sí mismo; sino que él es una parte de su madre viva, y no recibe las impresiones para determinarlo a sí mismo, hasta el primer momento en el que respira el aire, y vive aparte, y por sí mismo."[53]  El psicoanalista Otto Rank ha visto en la práctica de natividades, un antecedente astrológico que apoya sus tesis.[54]

      La integración de estructuras astrológicas con modelos interpretativos diversos ha dado lugar a innumerables cuestionamientos: la atribución del elemento Aire a Acuario, la de los pies a Piscis, la de la feminidad a Tauro, la de Saturno al tiempo como consecuencia de una asimilación fonética entre los términos griegos Kronos y chronos... Estas objeciones ponen de relieve una interpretación literal de los símbolos y contradicciones entre diversos modelos interpretativos heterogéneos (extensión de la teoría de los elementos de los cuartos zodiacales a los signos zodiacales, melotesia zodiacal...), que efectivamente conviene cuestionar. La frialdad de Cáncer, como el calor de Sagitario, subrayan la incoherencia de una interpretación estrictamente meteorológica y estacional (solar) de los valores elementales atribuidos a los signos zodiacales. Pico critica también la justificación especiosa de Ptolomeo de las cualidades elementales atribuidas a los planetas.[55]

     Kepler se cuestiona los fundamentos de la división zodiacal en 12 signos iguales y rechaza las Casas y las Regencias para quedarse sólo con los aspectos y los ciclos planetarios. Daniel Verney es el heredero de este "reduccionismo planetarista". Inversamente, la teoría de los armónicos de John Addey, autoriza una declinación ilimitada del zodíaco.[56]  La teoría de las Regencias no ilustra simples correspondencias semánticas entre signos zodiacales y planetas: es la teoría unificante de la astrología en tanto que las estructuras zodiacal, planetaria y sectorial, son diferenciaciones de una misma matriz arquetipal.

      Existen diferentes escuelas de pensamiento en astrología como en filosofía o en física. La diversidad de los modelos no es una objeción contra la existencia de una disciplina. En particular, la pluralidad de los métodos de domificación (delimitación de las Casas en la esfera celeste) no ha encontrado consenso hasta hoy: la cuestión de los nacimientos polares y los desacuerdos sobre los límites y el sentido de reparto, sobre la significación, e incluso sobre el número de los sectores, siguen siendo portadores de ardientes controversias.

      La existencia de asteroides[57] , principalmente entre Marte y Júpiter, y de un número considerable de planetoides recientemente descubiertos más allá de las órbitas de Neptuno y de Plutón-Charón, debería conducir a una reflexión sobre la noción de planeta y sobre el Planetario. Según Kant, lo que diferencia planetas y cometas es la excentricidad de la órbita: "Probablemente se podría esperar aún descubrir más allá de Saturno nuevos planetas que serían más excéntricos que éstos y, por tanto, más cercanos al carácter de los cometas (...) Se podría, si se quiere, llamar último planeta o primer cometa al astro cuya excentricidad sería tan grande que cortaría en su perihelio la órbita del planeta más cercano, seguramente la de Saturno."[58]  Esta definición designa a Plutón como el último planeta del sistema solar, puesto que en función de la excentricidad de su órbita, se encuentra en su perihelio más cerca del Sol que de Neptuno.

      Aceptando en su práctica puntos ficticios (nodos lunares, partes, puntos medios, planetas hipotéticos...), así como estrellas fijas, cometas y eclipses, el astrólogo olvida a menudo que el modelo implicado debe respetar una triple exigencia: la adecuación de los factores a la realidad física y astronómica, la necesidad de su periodicidad, la cual condiciona su integración por el organismo, la coherencia del conjunto y la ausencia de redundancia de los operadores considerados. El tema es lo suficientemente complejo como para que sea necesario añadirle más cosas.

      El principal argumento de Orígenes trató sobre la imposibilidad para el espíritu de formar juicios sintéticos, dicho de otro modo, de interpretar el tema si no es por acumulación de combinaciones duales, insatisfactorias, pero accesibles sólo al pensamiento analítico: ¿qué astrólogo es verdaderamente capaz de sintetizar la madeja implicada en una conjunción Sol-Saturno en Leo y en casa II, cuadratura a Júpiter en Escorpio? Orígenes llama syncrasis a estas "mezclas de influencias astrales que sobrevienen en tales o cuales esquemas, donde ellos mismos (los astrólogos) se reconocen incapaces de captar el conjunto".[59]  Una verdadera captación global de una configuración parcial, y con más razón de la totalidad de una carta natal, rebasa los límites de la astrología como los de las facultades del espíritu. Más aún cuando una configuración natal necesita ser enraizada en una problemática personal que tiene en cuenta el contexto social, cultural, familiar y mental en el que evoluciona el nativo (incluso haciendo abstracción de las influencias genéticas y telúricas). Es por ello que la lectura astrológica de la realidad humana se queda en un ideal impracticable. El saber astrológico fuera del alcance del espíritu humano, sólo sería plenamente accesible a los ángeles.

      El descubrimiento de Urano en el año de la publicación de la primera Crítica de Kant, de los asteroides a partir de 1800, después de Neptuno y de Plutón, ha desestabilizado el modelo planetario, viejo ya de veinte siglos, y la lógica de las Regencias. El Septenario de los Antiguos se ha fisurado y ha sido reemplazado primero por los astrólogos ingleses, por un Planetario de 8, 9, después 10 elementos. Un abad de Castelet menciona en 1681, es decir, exactamente 100 años antes del descubrimiento de Urano, como "prueba indudable" contra la astrología, la probabilidad de la existencia de una infinidad de planetas "invisibles" detrás de Saturno, y por consecuencia, la posibilidad de ser influenciado por múltiples factores que el astrólogo no sabría conocer: "Los astrólogos confesarán que si en el intervalo que está comprendido entre Saturno y el centro del mundo puede haber una multitud innumerable de planetas tan grandes como Saturno, que giran alrededor del Sol en calidad de planetas principales tanto como Saturno y Júpiter, confesarán, digo yo, que si la posibilidad de este hecho es una sola vez aceptada, se acabó la astrología". [60] De hecho, el argumento no es nuevo: es mencionado por Favorinus d'Arles y retomado a principios del octavo libro del famoso requisitorio de Pico, Contra la astrología adivinatoria que vuelve a surgir disecada y arruinada.[61]

      El conocimiento del contexto de designación de los planetas transaturninos ha facilitado el cuestionamiento de una lectura estrictamente mitológica y "simbólica" de los planetas y de los signos zodiacales. Además, la historia de la astrología muestra que el Zodíaco y el Septenario han sido constituidos siguiendo un proceso aleatorio comparable. La naturaleza del conjunto de estas críticas es la de motivar una reflexión sobre los modelos considerados y sus fundamentos estructurales. Los análisis históricos que se han multiplicado después de principios de siglo, ponen a disposición de los investigadores, mal que les pese, una multitud de textos, de teorías y de prácticas, tan numerosas como astrólogos eminentes hay, comenzando a suscitar una reflexión de orden epistemológico sobre la necesidad intrínseca de las estructuras utilizadas, sobre el nacimiento a veces contingente de las teorías elaboradas, y sobre los vínculos de los modelos con su enraizamiento cultural. La astrología no es un saber fijo. La puesta en relación global de los significados virtuales de sus operadores con los datos psíquicos y culturales, se renueva con el contacto de estos datos: así, la astrología sobrevive, a pesar de sus detractores, al desmoronamiento de sus modelos sucesivos.
 


[1]  Cf. Peter Jensen, Die Kosmologie der Babylonier, Strasbourg, 1890; Franz Boll, Studien über Claudius Ptolemäus, Leipzig, Teubner, 1894; el primer volúmen del Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum, Bruxelles, 1898; Auguste Bouché-Leclercq, L'astrologie grecque, Paris, Ernest Leroux, 1899 (del que ciertos capítulos aparecen separadamente a partir de 1884); sin olvidar la primera historia de la astrología babilónica: Archibald Sayce, "The Astronomy and astrology of the Babylonians", in Transactions of the Society of Biblical Archaeology 3, 1874. « Texto

[2]  Lynn Thorndike (nacido en Lynn, en Massachusetts el 24 de julio de 1882, fallecido en 1965), en razón de su colosal trabajo de recogida y de presentación de los textos astrológicos medievales, y a pesar de sus alegaciones en el capítulo LXXII del volúmen 2 de su History of magic and experimental science (New York, Columbia University Press, 1923) puede ser considerado como un simpatizante de la astrología. « Texto

[3]  Cf. el medievalista Max Lejbowicz, autor de una Introduction à l'astrologie conditionnelle (Autun (impr.), C.E.F.A., 1977), manual de escuela, a semejanza de los tratados de Jean-Pierre Nicola, su maestro de antaño, o también Jacques Hallbronn en su Clefs pour l'astrologie (ed. rev. Seghers 1993). Señalar igualmente la existencia de una táctica anti-astrológica pueril (amalgama de la astrología con prácticas extrínsecas, problemáticas anticuadas, referencias truncadas...), que devuelve a los "astrólogos" a su ignorancia evaluada en textos que les serían destinados y que se reservan las circunstancias atenuantes con respecto a los medios académicos; interlocutores obligan. « Texto

[4]  citado en Thorndike, A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1934, vol. 3, p.264. « Texto

[5]  Bouché-Leclercq califica la astrología de "sistema malsano" en su Histoire de la divination dans l'Antiquité (Paris, Ernest Leroux, 1879, vol. 1, p.257) : "Se sale con una especie de pavor de este caos en el que se ha debatido durante tanto tiempo la inteligencia humana descarriada." (Ibid., p.246). Apoyándose en la documentación disponible en su época, él niega la existencia de una horoscopia caldea (in L'astrologie grecque, Paris, Ernest Leroux, 1899, p.50 et p.83). « Texto

[6]  in Catalogus Codicum Astrologorum Graecorum, Bruxelles, 1898, vol. 1, p.V. Cumont asemeja la astrología a "la mitología formulada en axiomas" (in Lux perpetua, París, Geuthner, 1949, p.312). « Texto

[7] in Le système du monde, Hermann, 1958, vol. 8, p.500-501. « Texto

[8]  Jean-Charles Houzeau / Albert Lancaster, Bibliographie générale de l'astronomie, Académie Royale de Belgique, Bruxelles, 1887, vol. 1, p.31. « Texto

[9]  La introducción de 310 páginas en la Bibliographie sobre la astronomía y sobre la astrología, constituye la primera pequeña historia de la astrología editada en lengua francesa. El hecho de que los primeros historiadores de la astrología de finales del siglo XIX y de comienzos del XX, picoteen ampliamente en la documentación de segunda mano de sus antecesores racionalistas, especialistas de las supersticiones y más que hostiles a la astrología, explica la perpetuación de clichés como la prohibición de la astrología por Colbert en 1666, o también la justificación de la actividad horoscópica de Kepler por la necesidad alimenticia. « Texto

[10]  La obra es una chapuza, confusa, repleta de errores, de contrasentidos y de interpretaciones graciosas. Por ejemplo la agitación de los inquilinos de los psiquiátricos en las noches de luna llena, se esplicaría por la luminosidad del astro (in The royal art of astrology, London, Herbert Joseph, 1946, p.144). El autor no dice si los dormitorios tenían las puertas cerradas o estaban a cielo abierto... « Texto

[11]  George Sarton, A history of science, Cambridge, Harvard University Press, 1952, vol. 1, p.120. « Texto

[12]  Primera revista general de historia de las ciencias, fundada en 1913. « Texto

[13]  in "The survival of Babylonian methods in the exact sciences of Antiquity and Middle ages", Proceedings of the American Philosophical Society 107.6, 1963, p.532. « Texto

[14]  in The stars above us (Freiburg, 1953), tr. ingl. de la ed. Scribner, New York, 1957, p.84. « Texto

[15]  Gérard Simon (in Kepler astronome astrologue, Paris, Gallimard, 1979) quien hace el impás en el Tertius interveniens, el principal tratado astrológico de Kepler, niega a la astrología el estatus de saber (p.14), duda de la utilidad de emprender el estudio (p.226) y ¡considera como "increíble" que Kepler hubiera podido interesarse en ella (p.83) ! Hervé Drévillon (in Lire et écrire l'avenir, Seyssel (Ain), Champ Vallon, 1996) opone trivialmente ciencia y astrología, razón y superstición, saber y creencia, astrología natural y astrología judiciaria, sin preguntarse verdaderamente acerca de las incertitudes y la permeabilidad de sus fronteras en la mentalidad del siglo XVII, y apoyándose más en el discurso ideológico y moralista, que en los hombres de ciencia y astrólogos de la época. En la aproximación "psico-socio-histórica" de Georges Minois, la astrología es colocada enseguida como una superstición, y es vinculada a las prácticas adivinatorias (in Histoire de l'avenir, Fayard, 1996). La obra superficial y pretenciosa de este maestro, "estudios transdisciplinares" ¡habla de "genetlíaco"! (p.66 et p.70) y cita abundantemente a Tester (p.23, 65, 178, 180 et 320) hasta tomarle prestado sus meteduras de pata (p.359) en lo que concierne a Jean-Baptiste Morin - de Villefranche -, ¡quien habría nacido en Francfurt y fallecido en 1659 ! « Texto

[16]  Es aún frecuente en los departamentos de investigación de las universidades francesas, con los historiadores de las ciencias y de las religiones, y no solamente entre los principiantes, el imitar el tono escéptico, irónico y condescendiente de Bouché-Leclercq sin darse cuenta del ridículo anacronismo de la postura, que empieza a pasarse de moda al otro lado del Atlántico y del Canal de la Mancha. "La incompetencia" no prohibe la desaprobación categórica: "Explicar por qué etapas, después de haber recibido [la astrología babilónica], el helenismo la ha modificado, no sería solamente fastidioso y enrevesado, sino que estaría lejos de mi propósito y de mi compentencia." (Jean Bottéro, "L'astrologie est née en Mésopotamie" in L'Histoire 141, 1991, p.29). « Texto

[17]  En el Petit Robert 2, este speculum de la cultura oficial en su ejercicio de divulgación, están apartados la mayor parte de los astrólogos eminentes (Bérose, Dorothée de Sidon, Antiochos d'Athènes, Vettius Valens, Varâha Mihira, Albumasar, Alcabitius, Guido Bonatti, Jean-Baptiste Morin...) mientras que abundan insignificantes reyezuelos y políticos, oscuros pintores e insípidos teólogos. « Texto

[18]  in A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1941, vol. 6, p.94 (cf. aussi vol. 5 (1941), p.377). « Texto

[19]  Cf. From Paracelsus to Newton, Cambridge University Press, Cambridge (UK), 1982. « Texto

[20]  Por ejemplo Pierre Duhem (in Le système du monde, Hermann, 1913-17, 5 vol., et 1954-59, 5 vol.), Theodore Wedel (in The mediaeval attitude toward astrology, New Haven, Yale University Press, 1920), Eugenio Garin, quien habla de las "fantasías mítico-religiosas de las "influencias" y de las "imágenes" " (in Le zodiaque de la vie, Roma, 1976, tr. fr. De la ed. des Belles Lettres, 1991, p.14) o Jim Tester (in A history of western astrology, 1987; New York, Ballantine Books, 1989). Esta última obra, repleta de errores de fechas y de imprecisiones (por ejemplo, ¡el nacimiento de Jean-Baptiste Morin en Frankfurt y su fallecimiento en 1659 !), denota un conocimiento superficial de su tema: el autor confunde elecciones e interrogaciones, así como el significado de las casas (cf. por ejemplo p.240). « Texto

[21] Este proceso es presentado por Max Laistner como una fuente mayor de incomprensión de la realidad astrológica. (in "The western church and astrology during the early middle ages" in Harvard Theological Review 34, 1941, p.253). Es utilizado con predilección en algunos raros estudios referidos a la astrología contemporánea. « Texto

[22]  L'astrologie de Will Erich Peuckert (Stuttgart, 1960; trad. fr. aux éd. Payot, 1965) es en nuestros días la mejor introducción para la comprensión de la historia de la astrología « Texto

[23]  Bouché-Leclercq pule esta práctica en su Astrologie grecque, creyendo así refutar la astrología. ¡Ojalá! ¡Él no ha abordado la historia de las ciencias! « Texto

[24]  La astrología, cuyo rol fue preponderante en las culturas antiguas, no dispone de ninguna "sección" en los institutos de investigación, como si pudiera ser cubierta de modo marginal sin que fuese alterada la pertinencia de los análisis que conciernen a estas culturas. « Texto

[25]  Hilary Carey critica la actitud de sus ancestros (in Courting disaster, London, MacMillan, 1992, p.4-5) tomando su distancia con respecto a la astrología contemporánea (p.168 et p.259). Cf. también Ann Geneva, Astrology and the seventeenth century mind, Manchester University Press, 1995, chapitre 1 : "Ya que la astrología necesita de su historia" (p.1-16). « Texto

[26]  El lejano precursor de los historiadores anti-astrólogos es Claude Saumaise (Salmasius), autor del De annis climactericis et antiqua astrologia diatribae (Leyde, Elzevier, 1648). « Texto

[27]  Robert Schmidt y Robert Hand, después de 1993, editan y traducen los clásicos de la astrología: la serie griega comprende Antiochos, Paul d'Alexandrie, Vettius Valens, Ptolomeo, Héphestion, Doroteo... (en el marco de Project Hindsight, Berkeley Springs, The Golden Hind Press). Cf. también Robert Hand, Night & day, Arhat / The Golden Hind Press, 1995. « Texto

[28]  Este inicio edificante del Retour des astrologues (1971) es retomado en la nueva edición: La croyance astrologique moderne, Lausanne, L'Age d' Homme, 1981, p.33. « Texto

[29]  - aparecida entre noviembre 1952 y febrero de 1953. « Texto

[30]  "Theses against occultism" y "The stars down to earth : the Los Angeles Times astrology column", reeditados in Telos 19, 1974. « Texto

[31]  Las primeras firmas astrológicas de los periódicos, estos nuevos avatares de los almanaques y calendarios del Renacimiento, aparecen en 1928 en los Estados Unidos, en el Sunday Express, antes de llegar a Europa algunos años más tarde. « Texto

[32]  Theodor Adorno, Op. cit., p.36. « Texto

[*]  N. de la T.: En el texto original el autor utiliza el término touche-à-tout, un término que se aplica a los niños en la etapa en la que lo tocan todo, y que se utiliza también para aludir a aquella persona que se dispersa en toda clase de actividades. « Texto

[33]  in Mythologies, Paris, Le Seuil, 1957, p.168. « Texto

[**]  N. De la T.: En el texto original el autor utiliza el término gratte-papier, expresión que de manera peyorativa se aplica al último empleado del escalafón de una oficina. « Texto

[34]  Cf. Martin Bauer / John Durant, "Belief in astrology : a social-psychological analysis" in Culture and Cosmos 1, 1997. « Texto

[35]  "El saber astrológico no responde sin embargo a ninguno de los criterios de legitimidad admitidos." (Daniel Gros, in La croyance astrologique moderne, p.192). « Texto

[36]  Cf. sin embargo, las obras de Bruno Latour sobre la microsociología de los laboratorios de investigación (Paris, La Découverte). « Texto

[37]  Theodor Adorno, Op. cit., p.86. « Texto

[38]  Theodor Adorno, Op. cit., p.88. « Texto

[39]  in La profession d'astrologue, Tesis E.H.E.S.S. 1984, dirección Edgar Morin, p.183. « Texto

[40]  Daniel Gros, Ibid., p.144. « Texto

[41]  in La croyance astrologique moderne, p.193. El argumento probablemente tiene su parte de verdad: en efecto, siguiendo el medio social y el nivel de educación se puede llegar a ser animador, periodista, confeccionador de horóscopos o... sociólogo, pero para vender los mismos prejuicios y finalmente... ¡decir lo mismo! « Texto

[42] Daniel Gros, Op. cit., p.193. « Texto

[43]  Bajo el edicto del año 11 A. de C. con Augusto, cf. Frederick Cramer, Astrology in roman law and politics, Philadelphia, The American Philosophical Society, 1954, p.248-250. « Texto

[44]  Bajo el edicto del año 11 A. de C. con Augusto, cf. Frederick Cramer, Astrology in roman law and politics, Philadelphia, The American Philosophical Society, 1954, p.248-250. « Texto

[45]  Cf. Frederick Cramer, Ibid., p.174 et 279. « Texto

[46]  Lynn Thorndike, A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1923, vol. 2, p.814. « Texto

[47]  No imaginamos que el bachiller de ciencias pueda ser cualificado como matemático, incluso si tiene a sus espaldas una decena de años de álgebra y de análisis. En cambio, el neófito en astrología tiene tendencia a considerarse como un astrólogo después de haber ojeado algunas obras y asistido a algunos cursos. Los múltiples manuales de cocina astrológica se contentan con explotar un número restringido de obras originales, entre las cuales encontramos en Francia, el Traité d'astrologie rationnelle de Dom Néroman (Paris, Sous Le Ciel, 1943), La condition solaire de Jean-Pierre Nicola (Paris, Éditions Traditionnelles, 1965), Les astres et l'histoire d'André Barbault (Paris, Pauvert, 1967), Fondements et avenir de l'astrologie de Daniel Verney (Paris, Fayard, 1974). « Texto

[48]  Cf. los cuartetos 94 et 121, in Quatrains, trad. Del persa Charles Grolleau, 1902; Paris, 1001 Nuits, 1995, p.38 et p.47. « Texto

[49]  Giorgio de Santillana & Hertha von Dechend, cuya obra intenta cernir en qué el mito ha sido el vehículo de expresión de un saber sofisticado, sobre todo astronómico, subrayan: "Por astrólogos, nosotros no entendemos aquellos que hacen horóscopos por dinero, sino los que han especulado sobre el sistema tradicional del mundo y, hubiera lo hubiese con la astronomía, la geografía, la mitología y los textos sagrados que conciernen a las leyes del tiempo y del cambio, hicieron uso de ello para edificar un sistema ambicioso." (Giorgio de Santillana & Hertha von Dechend, Hamlet's mill, Boston, David Godine, 1977, p.228). « Texto

[50]  Ciertos astrólogos han puesto en duda el estatus de practicante de Ptolomeo, sin haberse desprendido verdaderamente de su modelo, a menudo identificado con una pretendida "tradición" astrológica. « Texto

[51] En este sentido, el adversario de la astrología tiene más olfato que él. « Texto

[52]  "Nadie discute el valor de los cálculos en cuestión y de los horóscopos así establecidos. Lo que es mucho más discutible es el comentario (¡esencial para la astrología!) que acompaña al horóscopo." (Jean-Claude Pecker, "L'astrologie et la science" in La Recherche 140, 1983, p.121). No se le pide a un astrónomo, que generalmente no tiene formación en filosofía política ni en hermenéutica, que se pronuncie sobre cuentiones de interpretación. Sería deseable, en cambio, que él emitiese una opinión técnica sobre problemas que son, según ellos, de su competencia, como los relativos a la elaboración de la carta natal. Astrónomos y biólogos no tienen ninguna competencia particular en astrología mientras que no se queden en su parte técnica, lo que hasta hoy, han evitado hacer siempre. « Texto

[53]  Eustache Lenoble, Uranie, ou les Tableaux des philosophes (1697), reed. Paris, Pierre Ribou, 1718, p.246. « Texto

[54] La astrología sería "la primera doctrina del traumatismo del nacimiento" (in Le traumatisme de la naissance, trad. fr. aux éd. Payot, 1928; 1976, p.125). « Texto

[55]  La mayor parte de estas objeciones están expuestas por Bouché-Leclercq en su Astrologie grecque. « Texto

[56]  John Addey, Harmonics in astrology, Romford, Fowler, 1976. « Texto

[57]  El argumento de los asteroides es utilizado contra la astrología por T.H. Moody ddesde 1838 (in A complete refutation of astrology, Cheltenham, p.73). « Texto

[58] in Histoire générale de la nature et théorie du ciel, 1755; trad. fr. de la ed. Vrin, 1984, p.98. « Texto

[59]  in Eusèbe Pamphile, La préparation évangélique, VI 11, Paris, 1846, vol. 1, p.314. « Texto

[60]  Alexandre Tinelis, in Le messager céleste, Paris, Claude Blageart & Laurent d'Houry, 1681, p.231-232 (cf. aussi p.252). « Texto

[61]  Giovanni Pico della Mirandola, Disputationes adversus astrologiam divinatricem, 1494; ed. y trad. Italiana Eugenio Garin, Firenze, Vallechi, 1946-52, 2 vol. Para una exposición de las tesis de Pico así como de las respuestas de Lucio Bellanti y de Giovanni Pontano, cf. Don Cameron Allen (The Star-crossed Renaissance, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1941, p.20-46), Benedetto Soldati (La poesia astrologica nel quattrocento, Firenze, Sansoni, 1906) y Éric Weil (Pic de la Mirandole et la critique de l'astrologie, 1938; Paris, Vrin, 1986). Thorndike apunta que "la importancia de Pico en la historia del pensamiento ha sido a menudo muy grandemente exagerada." (in A history of magic and experimental science, New York, Columbia University Press, 1934, vol. 4, p.485). « Texto



Referencia de la página:
Patrice Guinard: Astrología: El Manifiesto 4/4
(version 1.1 : 11.2004)
http://cura.free.fr/esp/10aem4.html
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